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martes, 25 de febrero de 2014

El suero

Nos adelantamos un poco al devenir de los tiempos.

Casi son las cuatro de la tarde ya se nos ha olvidado el frío matinal y la niebla que nos humedecía el pelo y el alma al mismo tiempo. Ahora a las cuatro de la tarde, aunque al ser trasierra,a estas horas comienza el ocaso,no queriendo decir con ello que la oscuridad nos nuble. Es esa hora casi indescriptible ,en la que el sol matizado por los vidrios de la vieja ventana del cortijo , si la que tiene las espléndidas vistas a la casita baja de tejas que hace de gallinero, esa que más que estar , reposa bajo la sombra del ceniciento eucalipto, que como un intruso entre la dehesa se coló en el llano,casi como un toque exótico. Es un sol casi de plata , anaranjado pero no como el naranja de las huertas en diciembre, es más el color del terrón reseco después de una fugaz tormenta. Ya se nos olvido también el olor a mugre y lana del aprisco y casi sin tiempo para pensarlo, se nos cuela hacia lo más profundo de los recuerdos un aroma que se desliza a sorbos desde la destartalada cocina, tan metido en su infancia estaba el joven niño contemplando el siseo de los perdigones, en sus verdes jaulas ,que esos aromas le invaden cual regimiento de esencias primaverales, se le olvido como decíamos a miguelillo que su padre estába desde hace rato tarreando el suero, sí hombre tararear es ese escalciado de la sidra extremeña, por la cual los restos de la elaboración del queso ,se convierten en bebida exquisita con la que acompañar las migas..tras una cocción suave y delicada inducida más que matizada con los perfumes de ramas viejas de encina. Es fruto de este escalciado tan rutinario como maravilloso de contemplar bajo el prisma idealizador de los ojos de un niño, que se consigue hacer de los grumos, que se nos escaparon del cincho de esparto una marea de diminutas perlas de exquisito manjar. En el mismo instante que el sonido de los pavos que se acercan a picotear los restos miguelillo despierta de sus infantiles ensoñaciones haciéndose consciente de que el placentero día en trasierra, toca a su fin.




José Gutiérrez Castaño

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