Ana, tan dispuesta como siempre, ha bajado al arroyo del incienso pues su cuñada Bernarda necesita un poco de arnica, aun le falta un poco para que florezca, pero no sabe si podrá volver por allí, pues se van a la finca en la que todas las primaveras hacen el queso para los amos. Ha de intentarlo coje la talega de cuadros hecha de tantos retazos como ilusiones marchitas habitan en su corazón y con paso firme atraviesa la pedriza . Ella no tiene tiempo para ver como el sol caldea el minúsculo espacio donde la jara es la dueña y señora del espacio. Eso se queda para otros, aunque pudiera parecer que se pierde estos matices, de vida que la envuelven, en realidad es como un filtro catalizador de las esencias de estos valles y sin saber en sus quehaceres diarios explotan esos aromas de jara y esa templanza del sol que luce en sus guisos como si de un ingrediente mas se tratara, va con prisas como dijimos.
En este trajín le acompaña el desaforado canto de las perdices que en esta época del año se están entregando a las pasiones en cada rincón de la finca… tiempo habrá de relatar lo que allí acontece
Jose Gutiérrez Castaño
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